El cielo parecía caer, pero no me importaba. En ese momento nada me importaba. Es más, sentir las gotas de lluvia en mi pelo suelto y notar cómo se mezclaban con mis lágrimas me gustaba. La música sonaba sin cesar por los auriculares de mi móvil. Yo simplemente caminaba al ritmo, sin rumbo, solo caminar. No veía nada más allá de los recuerdos de mis últimos sueños, esos en los que nada tiene sentido y se junta todo lo que más me importa en la vida, dejándome a la vista mis peores temores. No es bonito despertar con nervios, nostalgia y tristeza, pero es así como despierto cada mañana. No sé cuánto tiempo caminé, pero me dolían los pies y estaba congelada. Al cruzar aquella esquina, te vi. Allí estabas, dulce casualidad. Me miraste y sin decir nada nos fundimos en un abrazo.
-¿Estás bien?
-Ahora, mucho mejor.
Stupid.