miércoles, 1 de septiembre de 2010

Aquella tarde

Mis pies empezaron a elevarse del suelo. Cerré los ojos, sintiendo como la gravedad desaparecía. Cuando los abrí ya estaba lejos del suelo. Pero no daba miedo, no estaba asustada. Estaba bien, muy bien. Comencé a nadar en el aire, trepando, subiendo más y más. Sin mirar abajo. Llegué a una nube, era blanca y esponjosa. Me tumbé en ella mirando hacia arriba. No sé cuando tiempo pasó, no tenía prisa por bajar. Aquí arriba no llegaba la tristeza. Desconecté de todo. Me quedé dormida en mi propio sueño. Abrí los ojos y seguía en el césped con los auriculares puestos y el libro abierto entre las manos. Qué vergüenza. Quería repetir.
Stupid

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